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Escritores Noveles

Te Quemo o te enciendo

septiembre 25, 2020

¿Te quemo o te enciendo? by: Martina Estevan

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Quizás se confundan con este título, o incluso les sea imposible imaginar la trama de lo que vendrá, pero, en fin, mi propósito (no les quiero mentir) es mantenerlos un poquito alerta.

Pues, más allá de contarles una historia que resulta extremadamente significativa como parte de mi vida, es también en un punto, parte de sus vidas.

Y como seres un tanto egoístas, con esta introducción intento casi de manera desesperada, que jueguen por un momento con este relato que los hará menos ignorantes, a la vez que los entretiene.

Estoy acostumbrada a creerme muy importante desde que existo como lo que soy, por lo que me sentiré menos juzgada si les revelo mi identidad al final de este cuento. Y además, como ya les avise (quien avisa no traiciona) está también resulta una estrategia para que se mantengan atentos.

Mi primera pista es que todos ustedes me conocen.
Dicho esto, y dado que pueden adivinar quién soy a lo largo de tantas palabras, pasaré a transmitirles un conocimiento poderoso, en forma de historia.

¿Qué pasaría si un día, de repente, se sienten tan fríos, tan vacíos, tan helados, que desearan con toda su fuerza un calor para toda la vida, un calor como regalo para existir?

Así fue, más o menos, que una personita de manera inocente y triste pidió sin saberlo, un 21 de diciembre en Argentina, exactamente a las 00:00 horas, tomar el lugar de Verano, simplemente convertirse en él.

Claro está, que no lo hizo como un acto voluntario, tan sólo emitió una queja exagerada y un tanto profunda, que llegó hasta muy lejos, y con muy lejos me refiero a Verano.

Verano ya se estaba poniendo viejo. Sus días debían ser largos, pero en realidad se acortaban incesantemente por su irremediable cansancio.
Y no es una cuestión de terminar el día un poquito más temprano, no, el humor de Verano crea ambientes, mundos, vidas, como quieran llamarlo ustedes, pero sin vacilar cambia estados.

No por azar se llama estación. Es de suma importancia que si Verano se agota, todo lo demás podría agotarse.

Por lo que, ante el pedido inconsciente de un niño tan joven, le pareció por fin oportuno retirarse y cederle su lugar a días eternos, florecidos, invadidos de energía y sobre todo, lo más importante, calor.

Este hecho llevó de manera fugaz e inevitable al mismo tiempo, a una confusión muy grande.
En principio dudosa y un poco incómoda también.
Llevó al nuevo verano hacia un desafío instantáneo.
Pues, de un golpe repentino y torpe, arrancó un verano tormentoso e indeciso, lleno de lluvia para empezar sus días. Y estos días, se volvían interminables, nunca acababan.

El mar junto con las flores desbordaba por todas partes antes de apaciguarse y ceder.

Las miradas de la gente resultaban indescifrables, tal como la de este niño-estación. Un juego que parecía caótico, no les voy a mentir.

Pero tampoco desesperen, la situación a un paso lento fue relajándose, hasta que un día, por fin, cuando este niño abrió sus ojos ante el premio eterno que deseó, aceptó el regalo de lo que manifiestamente fueron tres meses para pertenecer a cada vida expectante y esperanzada, de cada uno de los corazones inquietos que abrazaban lo que ellos creían, era la suerte de una estación llena de fuego.

Calor en la piel.
Calor en cada fogón acompañado de infinitas guitarras.
Enrojecimiento de mejillas, de corazones.
Todo encendido, como si el tiempo se frenara en la emoción exultante del ser capaz de todo.
De reír hasta olvidar el motivo.
Llorar de felicidad sin poder controlar la adrenalina, el movimiento de cuerpos, de energía, de hormonas.

Y utilizo esta última palabra, hormonas, para contar sobre este joven verano, porque esta historia apenas empieza.
Creció hasta llegar a una etapa más fogosa, capaz de quemar a cualquiera que lo este viviendo en su merecida intensidad.

Tocó canciones de amor.

La playa se humedeció más que de costumbre.
Noches bajo las estrellas se alargaron hasta el último parpadeo de éxtasis.
Hasta el final de un te quiero susurrado con temor y un deseo incontrolable, siempre a la espera de sentimientos difíciles de nombrar.

Pero, tal como yo creo que se deben imaginar, únicamente por utilizar un poco el sentido común, toda historia se hace de a dos. Es así, tiene su origen en otro.

¿O es que ya olvidaron el comienzo del relato?

Antes de ser Verano, este niño lo único que deseaba era no ser Invierno. Sin embargo ¿Algún día lo conoció realmente? Con sinceridad, la respuesta es una negativa, pero tampoco para alarmarse, ni apurarse, porque ese momento llegará también, de alguna manera.

Verano jamás fue muy lejos en tanto sus cuestionamientos sobre Invierno, porque sus preguntas ya tenían incluidas sus respuestas de forma muy sistematizada, para nada reflexivas. ¿Por qué el frío? ¿Por qué días cortos? ¿Por qué lluvia, por qué nieve, por qué adentro?

Cuando nunca le surgirían esas preguntas hacia él mismo, preguntándose por qué calor, por qué largos, por qué playas.


¿Es acaso impensable que Invierno sea un amor?

Si, desde mi punto de vista muy básico, de por sí quien mantiene vivo a Verano es el frío, y pretendo que nadie se burle de mi, pero me refiero simplemente a un helado, una pileta, una fruta, un tereré o un licuado.

Voy a dejar de dar tantas vueltas para no marearlos ni desviarlos del tema principal, o del futuro de ambas estaciones si así prefieren sentirlo.
Imagino que ya se estarán imaginando con tanto preludio que efectivamente Invierno sí esta relacionado con Verano.


Este hecho, lejos de ser casual, ocurrió el mismo día del nacimiento de Verano. En simultáneo a un deseo inocente elegido por este niño, alguien estaba deseando un fuerte vínculo para toda la vida con él. ¿Y quién podría estar más unido a Verano, que una estación sostenida en el fin del calor? Ustedes saben, que el disfrute más profundo de Invierno siempre va más allá del frío.

Ambos, aún negándose en lo más profundo de sus definiciones tan reducidas y clásicas, se complementan en su frágil oposición. Este contraste, sin exagerar, resulta excitante.

La calidez de un amanecer en medio del mar, entra en total sintonía con una salamandra de un atardecer nevado. Simplemente, se alimentan en el deseo de percibir la misma emoción en sus dos mejores formas.

Pero, por más fascinante que pueda sonar, difícilmente podrán encontrarse ahora estas dos estaciones. Y de hecho, si aún fuera posible, el incómodo inicio de un vínculo como este sobrepasaría cualquier límite, tendría consecuencias.

El problema viene a ser en este momento, que si de amor hablamos, lo prohibido se vuelve una tentación para cualquiera.

Y, el fuego junto con la intensidad de ambas estaciones, sería justamente lo último en llamarse “cualquiera”. Yo iría más bien por todo lo contrario, dos potencias así causarían un estallido emocional, una transformación de absolutamente todo como lo conocemos.

Deben por estos segundos disculparme, pues como siempre me adelanto cuando hay un único punto de partida que dejé de lado: el encuentro. Encuentro empujado por el deseo de Invierno en permanecer por siempre en la vida de Verano, y el deseo de Verano de no ser Invierno. Así nace una historia de pasión y des(entendimiento).

La complejidad nace de por sí en ese encuentro, pues, para estar juntos deberían dejar de ser quienes son en realidad.

Asumiendo un vínculo, cualquiera sea, Verano dejaría de ser Verano con Invierno, Invierno dejaría de ser Invierno con Verano.

Implica un nivel suficientemente duro el dejarse ser otra estación, o perderse incluso, sólo por hallarse coincidentemente ante la estación que se idealiza como tan distante/distinta a la propia.

Sin embargo, Invierno se convirtió de por sí en estación únicamente con un propósito, y no daría lugar a ninguna incertidumbre acerca del ¿qué pasaría sí?.

Invierno no se hace preguntas, simplemente las responde.

Así es, que tan porfiado choque se dio. Sucedió tan sólo.
Un día, como cualquier otro, aunque destaco tal fecha porque resulta ahora significativa: un 21 de marzo en el hemisferio sur, fue el día en que todo cambió mágicamente de color.

Naranja se le llama al amor entre estaciones, conjugación perfecta y armónica entre tanta pasión desenfrenada, el olor indescriptible de las hojas desprendiéndose de los árboles por pura confusión y desquicie de un amor que fue más allá de cualquier límite.

Una locura que arrasó con todo lo que vio a su alcance. Una melodía que parece interminable, y que además, nadie desea su final tampoco.

Tanta tensión de extremos, tanto frío y calor se cruzaron casi sin percepción real, en un día que se extingue en el perfecto punto del “no demasiado largo, no demasiado corto”, “no demasiado cursi, no demasiado vacío”, esto deja de ser totalmente cálido o totalmente gélido.

Las miradas ya no son trágicas, no son duras, son miradas suficientemente fuertes como para desarmar, y derretir los sueños que ahora son sueños cumplidos, la magia se extiende en un sinfín de lunas, soles, estrellas, canciones en impecable acabado de ardor.

Nace así Otoño naranja. El amor siendo una definición de amor más clara que nunca antes.

El amor imposible que a simple vista de los débiles y cobardes, resultaría inimaginable. El amor entre Verano e Invierno tiene nombre de Otoño.

Y como no quiero contar más intimidades de las que ya mencioné, espero se hayan dado una mínima idea de quién cuenta esta historia, pues, como la palabra lo dice, la historia habla siempre en pasado. Y si esto mismo forma parte de los hechos ocurridos, valga la redundancia “pasados”, están ustedes en este instante parados en un presente del cual todo esto ya formó parte, esta siendo parte. Con lo cual, tengo la esperanza de estar hablando con lectores un poco despiertos llegados a este momento.

Luego de leer tanta palabrería me ilusiona sentir que algo les pasó con todo esto, que algo están reflexionando, y permítanme ser un tanto excesiva en esta confianza, pero les escribo a personas inteligentes. A lo que quiero llegar, es que sería una gran decepción saber que realmente no me conocen
ni un poquito.

Yo soy una parte faltante todavía en esta historia, pero en su presente sí que formo parte.

Me conocen, más allá de todo.
Mi único deseo al trasmitir mi relato preferido, y al ser este mismo mi biografía, es que, aunque pensaban desde sus diminutos sentimientos que me conocían, ahora puedan abrir sus ojos a la tan absurda información que tenían sobre mi.

A veces equivocada, a veces un poco ofensiva, es la otra historia que se dice por ahí. Soy todo, pues soy la conjunción de dos estaciones desconocidas, más el excitante encuentro entre ambas, de allí soy el deseo. El deseo de Otoño.

Recapitulemos:
Verano desea no ser Invierno.
Invierno desea permanecer en la vida de Verano.
Nace como el deseo de encuentro entre estaciones, Otoño naranja.
¿Entienden? El deseo es la posibilidad para el nacimiento de estaciones.
Yo, soy el mismísimo deseo de Otoño naranja. El deseo del encuentro.
Mi nombre es Primavera deseo.
Sospecho que quizás sigan, más allá de este límite, queriendo inventar infinitas estaciones.
Porque, seamos realistas, deseos sobran.

Pero tampoco resulta tan simple como unas acotadas palabras pueden expresarlo, nadie siente tan intensamente como las estaciones, y ellas cargan a su vez, con las emociones que deben transmitir, manteniendo un posible control sobre todo lo demás. Tanta presión se merece el poder de un deseo así de importante.
Cuestión, llegado el final de lo que yo llamo mi cuento preferido, les regalo el placer de sacarles su última duda, la cual sueño con que tengan, si es que ustedes son los lectores que yo espero que sean.

¿Cuál es mi deseo? ¿Daré nacimiento a una nueva estación?

Con sinceridad, la respuesta es no. Por algo me nombraron Primavera deseo. Puse un fin a esta rueda interminable, en el punto del deseo. Yo soy el deseo.
Ya existieron y se crearon todas las combinaciones que resultaron impensables en otro tiempo, todo clima llega a su límite, y la mejor respuesta a todo, su mejor resultado sin vacilar, soy yo.

Pero queda prohibido olvidar cómo llegamos hasta mi.
Por un niño tan pequeño, tan inocente e inconsciente, que demuestra y es el claro ejemplo de cómo una apariencia más débil resulta el único capaz de cambiarlo todo.
Gracias Verano. Pudiste quemar, sin embargo, encendiste todo.


En la publicación de hoy:

    Te Quemo o te enciendo


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