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Escritores Noveles

La casa a mitad del camino; Final.

mayo 22, 2020

hoy llegamos al fin del cuento: La Casa a mitad del camino, Puedes ver el inicio aquí.


Final de «La casa a mitad del camino»

¡Sin poder creer lo que sus oídos percibían esa noche! ¿Cómo era posible?… la voz que escuchaba era la de su difunta hija.

Quien le suplicaba a su padre que dijera la verdad sobre su embarazo y que lo esperaba en la vieja casa a mitad del camino, la mujer sin poder contenerse abrió la puerta de golpe y en la habitación solo estaba el hombre arrodillado, llorando y temblando…

La mujer no entendía nada y el hombre no pudo desde ese momento articular palabra alguna.

Solo lloraba, gemía y se paraba en la ventana desde donde se visualizaba el camino que daba a la casa en la mitad del camino. En donde los habitantes de la misma, todas las noches se paraban el la puerta principal a esperar a un nuevo inquilino, que de seguro no tardaría en llegar…

Sobre todo el niño que cada día suplicaba por que su padre lo  visitara y le dice a su madre María que se lo vaya a buscar y que le sople rápido el oído para que se les una y tengan una gran fiesta, a lo que la madre del niño solo le contesta; que no llore que el padre ya no tardara mucho en llegar y los huesos amarillentos y José sonríen al escuchar lo que la joven le dice a su hijo.

Noche tras noche es lo mismo: risas, cantos y lloros de un niño que se escuchan desde la casa a mitad del camino y un hombre abatido, callado, lloroso y pensativo observando en la oscuridad a través de la ventana hasta el camino desde donde se escuchan eso ruidos.

Una noche sin luna, que parecía ser mas de lo mismo, a tiro de las doce en punto… un hombre se deslizo sigiloso por la misma ventana por donde María se había escapado aquella noche de su muerte, caminaba lentamente bajo una pertinaz lluvia…

Se dirigió directo al camino desde donde provenían las risas, los cantos y los lloros de un niño… se dirigía sin lugar a dudas a la casa a la mitad del camino.

Su mujer lo observo desde la ventana de su habitación, pero no hizo nada para detenerlo. Unas lágrimas rodaban por sus mejillas: lo entendía todo, lo había empezado a entender unos días antes y solo quería que  terminara.

El hombre se acerco lentamente a su destino, silencioso y llorando… pero los habitantes de la vieja casa reían y aplaudían al verlo llegar, María le dijo a su hijo no nacido

─ ¡Hijo hay esta tu padre! ─ A su padre ─ ¡Padre hay esta tu hijo!

Todos reían y cantaban, el niño no nacido corrió a abrazar a su padre y este lo cargo en sus brazos y en ese momento el niño le soplo en el oído izquierdo y la fiesta duro hasta el amanecer.

Los habitantes del pueblo esa mañana se despertaron mas temprano que de costumbre. Pues los gritos de una mujer se dejaron escuchar al clarear el día…

Su marido y padre de María estaba muerto en la entrada de la vieja casa a mitad del camino, en su bolsillo se encontró una carta donde explicaba que se había quitado la vida por ser el padre de aquella criatura que no había nacido y que había abusado de su hija desde mucho tiempo atrás.

Los habitantes del pueblo consternados por tantas muertes relacionadas con la vieja casa decidieron destruir la misma, por lo que a los pocos días un gran incendio se desato en la vieja casa a mitad del camino.

Fue en una noche muy oscura y sin estrellas, por lo que las llamas se podían observar a mucha distancia, pero lo que mas se pudo notar, mejor dicho, se pudo escuchar; fueron unos alaridos, gritos y carcajadas que provenían sin lugar a dudas de las llamas que se elevaban sobre las puntas de los arboles circundantes.

Cuando todo acabo. Antes de despuntar el alba y los vecinos se habían retirado a sus casas intentando dormir para tratar de olvidar todo lo relacionado con la ya destruida casa a mitad del camino…

Se dejaron escuchar unos gritos atroces por toda la calle principal del pueblo, eran unas risas espeluznantes, eran unos lamentos lastimosos, eran lloros de un niño recién nacido, eran huesos que entrechocaban…

Era todo un conjunto de situaciones extrañas, que los habitantes del pueblo no daban crédito a lo que a sus oídos llegaba, tan es así que se tapaban las orejas para no escuchar todas esas cosas tan horribles…

Y desde ese día nadie osaba salir de su casa con sus orejas destapadas… por el miedo a que alguien se las soplara.

En un pueblo cercano, en una casa deshabitada se comenzaron a escuchar ruidos extraños.

¡Pero nadie se ha atrevido a investigarlo!

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